Abd al-Rahman III

La historia universal la escriben aquellas personas quea lo largo del tiempo, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han hecho quela sociedad, de una forma u otra,avance.

Comprender lo bueno y lo malo de las personas significativas como Abd al-Rahman III, personas que hacen girar y evolucionar al mundo, es una cosa esencial para que podamos valorar no sólo la existencia de Abd al-Rahman III, sino la de toda aquellas gentes que fueron inspiradas por Abd al-Rahman III, gentes a quienes de un modo u otro Abd al-Rahman III influyó, y desde luego, conocer y descifrar cómo fue el hecho de vivir en el momento de la historia y la sociedad en la que vivió Abd al-Rahman III.

Vida y Biografía de Abd al-Rahman III

(Asimismo llamado Abderramán III; Córdoba, 891 - 961) Emir (912-929) y primer califa omeya de Córdoba (929-961). Nieto de Abd Allah, emir de Córdoba y integrante de la dinastía omeya, que otrora había regido el califato de Damasco (661-750), fue designado por su abuelo heredero al trono en razón de su sabiduría, perspicacia y perserverancia. A la desaparición de aquel, en el 912, Abd al-Rahman III, con veintiún años, aceptó el gobierno de un emirato cordobés prácticamente desmembrado por varios enfrentamientos internos y conminado por los poco a poco más poderosos reinos cristianos peninsulares.

A fin de pacificar el territorio y consolidar su poder, derrotó a los Banu Hyyay, sometió el principado de Sevilla a la obediencia cordobesa (917) y terminó con la rebelión de Umar ibn Hafsun y sus hijos, que habían controlado, a lo largo de treinta años, la serranía de Ronda desde su guarida de Bobastro (928). Estas victorias brindaron un enorme prestigio a Abd al-Rahman III, quien, en el 929, a semejanza de sus ancestros, los Omeyas de Damasco, se proclamó califa, título que aunaba la autoridad política y la religiosa, y adoptó el sobrenombre de al-Nasir (el Conquistador).

A continuación, recobró el control sobre el territorio de Badajoz, gobernado por Ibn Marwan (930), y aplastó la endémica rebelión de Toledo, tras un asedio de un par de años que privó de alimentos a los toledanos y les forzó a rendirse (julio de 932). Además, transformó el califato de Córdoba en una capacidad marítima, merced a la creación de una esencial flota con centro en Almería, que le dejó apoderarse las ciudades marítimas de Melilla (927), Ceuta (931) y Tánger (951), tal como entablar una suerte de protectorado sobre el norte y el centro del Magreb, si bien la expansión del califato fatimí de Egipto, en el norte de África, redujo sensiblemente la predominación omeya en esta zona (958-959).

En lo que se refiere a las relaciones con los reinos cristianos del norte, Abd al-Rahman III no tuvo inconvenientes para sostener durante su dilatada vida la hegemonía cordobesa sobre la península Ibérica, pese a la derrota que Ramiro II de León produjo a las tropas califales en Simancas (939), adecuada fundamentalmente a la deserción de la nobleza árabe.

En el 920, el soberano andalusí venció al rey Sancho Garcés I de Navarra en Valdejunqueras, y 4 años después saqueó Pamplona; en el 950 recibió en Córdoba a una embajada mandada por Borrell II de Barcelona, por la que el conde catalán reconocía la superioridad califal y le pedia paz y amistad. Entre los años 951 y 961, no vaciló en intervenir en las distintas demandas dinásticas que desgastaron la monarquía leonesa a lo largo de los reinados de Ordoño III, Sancho I y Ordoño IV, dando su acompañamiento a una u otra de las partes en pleito según la coyuntura política de cada instante.

En el lapso de su califato, Abd al-Rahman III no solo transformó Córdoba en el centro neurálgico de un nuevo imperio musulmán en Occidente, sino logró de ella la primordial localidad de Europa, rivalizando durante mucho más de un siglo (929-1031) con Bagdad, la ciudad más importante del califato abasí, en poder, prestigio, esplendor y cultura. El califa omeya embelleció Córdoba, empedró y también alumbró las calles, dotó la localidad de varios baños públicos y de cerca de setenta bibliotecas para disfrute de sus precisamente 250.000 pobladores, creó una facultad, una escuela de medicina y otra de traductores del heleno y del hebreo al árabe, logró erigir la Gran Mezquita y, a las afueras de la urbe, en Sierra Morena, ordenó crear el increíble palacio de Medina al-Zahra, del que logró su vivienda hasta su muerte.

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