Abd al-Rahman II

La historia de la civilización la cuentan las mujeres y hombres quea lo largo del tiempo, gracias a su proceder, sus ideas, sus innovaciones o su ingenio; han hecho queel mundo, de un modo u otro,prospere.

Si has llegado hasta aquí es porque tienes conocimiento de la trascendencia que atesoró Abd al-Rahman II en la historia. Cómo vivió y aquello que hizo en el tiempo en que permaneció en el mundo fue decisivo no sólo para aquellas personas que frecuentaron a Abd al-Rahman II, sino que quizá produjo una señal mucho más honda de lo que logremosconcebir en la vida de personas que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya jamás a Abd al-Rahman II de modo personal.Abd al-Rahman II fue uno de esos seres humanos que, por alguna causa, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.

Vida y Biografía de Abd al-Rahman II

(Abd al-Rahman o Abderramán II; Toledo, 792 - Córdoba, 852) Emir de Córdoba (822-852). Su reinado se caracterizó por la inestabilidad a nivel político. Protector de las artes y las letras, transformó Córdoba en un enorme centro cultural. Inició una persecución contra los mozárabes y repelió las incursiones normandas.

Hijo menor y el predilecto de Al-Hakam I y de la esclava concubina Halwa, sucedió en el año 822 a su padre, que quince días antes de fallecer le había proclamado su heredero. Investido como emir, recibió el juramento de lealtad del pueblo, cuya simpatía ganó desde el primer instante con la promulgación de una sucesión de medidas sobre el fisco, al paso que con otras de tipo espiritual se atraía a los alfaquíes.

El traspaso de poder se efectuó de manera organizada, pero un hermano de Hisam I, Abd Allah al-Balansí, que era un viejo candidato al trono, aprovechó la situación para prolongar su dominio valenciano por las tierras de Tudmir (Murcia); la intervención del emir no fue precisa, ya que el rebelado padeció un ataque de parálisis que lo forzó a retirarse a Valencia, localidad que volvió al dominio directo de Córdoba.

La paz de su reinado se vio rota por tres rebeliones esenciales. La primera empezó en Mérida en 828, en el momento en que el bereber Mahmud ibn Abd al-Yabbar y el muladí Sulayman ibn Martín asesinaron al gobernador de la región, donde se declararon independientes; el emir tardó seis años en recobrar la plaza, tras lo que empezó la construcción (en 835 según la lápida de fundación que aún se mantiene) de una alcazaba para la guarnición omeya. La segunda fue la sedición de Toledo (localidad siempre y en todo momento problemática), que dirigía un sencillo jornalero, Hashim al-Darrab; pero éste murió en 831 a lo largo de una correría por Santaver (Cuenca) y Daroca, y la localidad fue reconquistada en el primer mes del verano de 837. La última rebelión empezó en Tudela en 842, donde un integrante de la familia Banu Qasi, Musa ibn Musa, se declaró en guerra abierta con el emirato, apoyado por la dinastía vasco-navarra de Iñigo Arista; derrotado en el mes de mayo de 842 por el ejército enviado desde Córdoba, las dos partes firmaron en 844 un armisticio, que fue roto en 847 por Musa, quien se sostuvo alzado a lo largo de los quince años siguientes.

Un hecho singular de su reinado fueron las incursiones en la península de los Normandos, que llegaron a traspasar hasta exactamente la misma Sevilla. En el año 844 los normandos atacaron Gijón y La Coruña, y el 20 de agosto de ese año desembarcaron en Lisboa, donde a lo largo de trece días estuvieron luchando. Continuaron bordeando las costas hacia el Sur, hasta la desembocadura del Guadalquivir. Se apropiaron del puerto de Cádiz y se adentraron por el río hasta Coria del Río (30 de septiembre) y nuestra Sevilla, ciudades que destrozaron y asaltaron. Mientras tanto, Abd al-Rahman reunió un ejército y lo puso bajo las órdenes de sus tres mejores en general, Abd Allh ibn Kulayd, Abd al-Wahib y Muhammad ibn Rustum, que vencieron a los normandos en el campo de Tablada, el 11 de noviembre. Los invasores marcharon hacia Aquitania, pero en el regreso aún atacaron Niebla y ciertas plazas del Algarve.

Abd al-Rahman II hubo asimismo de confrontar a otras rebeliones internas que en múltiples oportunidades sacudieron sus territorios. La primera la protagonizaron los pobladores árabes de Tudmir (Murcia), enfrentados en los clanes mudaríes y yemeníes; entre los dos bandos se desencadenó una guerra que duró siete años, hasta el momento en que el emir, una vez desgastados los contrincantes, se resolvió a intervenir y restituyó la paz, tras la que ordenó en 831 la demolición de la vieja localidad goda de Ello, que era un foco de intrigas, y edificó la novedosa localidad de Murcia, sede desde ese momento de los gobernantes de Tudmir.

Otro enfrentamiento lo provocaron los mozárabes de la ciudad más importante en el momento en que han comenzado en 850 una secuencia de provocaciones contra el Islam (blasfemaban públicamente contra Alá), que se comenzaron más que nada en el monasterio de Tábanos y que provocaron el encarcelamiento de Eulogio, líder de la oposición. Para solucionar esta desequilibrado situación, el emir convocó un Concilio en 852, que fue encabezado por Recaredo, metropolitano de Sevilla, y al que fueron todos y cada uno de los obispos de las diócesis andaluzas; se llegó a la conclusión de la inutilidad de los sacrificios y se efectuó un llamamiento a los presentes a fin de que trataran de terminar con el movimiento, requerimiento que contó con la oposición de Saúl, obispo de Córdoba, que apoyaba a los mártires. Sin embargo, los calvarios de mozárabes prosiguieron hasta pocos días antes de la desaparición del emir.

Más allá de todo, la calma de los territorios que regía dejó a Abderramán II marchar contra los reinos cristianos. En 823 dirigió una aceifa (expedición efectuada en verano) por las tierras alavesas, donde se logró un considerable botín; en el mes de agosto de 824 las tropas musulmanas, a cargo del general Ubayd Allah ibn Abd Allah, arrasaron nuevamente las tierras de Álava y vencieron a Alfonso II al pie del Monte de los Magos. En 826 exactamente el mismo general efectuó una campaña por tierras de Galicia y Castilla y en 828 marchó contra la Marca Hispánica y puso lugar a Gerona y Barcelona, si bien debió abandonar de recobrar las dos ciudades.

En 838 sucedió una exclusiva campaña, donde intervinieron tres en general omeyas, y en 840 nuestro emir dirigió en lo personal otra aceifa por Galicia que únicamente le dio algún botín. En 841, mientras que el príncipe Al-Mutarrif dirigía una aceifa en territorio gallego, el general Abd al-Wahib ibn Yazid al-Iskandaraní se adentraba en territorio catalán, atacaba la Cerdaña y llegaba hasta las cercanías de Narbona. La última expedición esencial es la que dirigió otro príncipe, Muhammad, contra León, localidad que sitió y dejó completamente destruida en 846.

Abd al-Rahman II inauguró las relaciones entre al-Ándalus y los reinos independientes del norte de África (con los imanes rustumíes de Tahart). También se abrieron las relaciones entre la corte de Córdoba y la bizantina de Constantinopla; de esta manera, en 840 se recibió en la ciudad más importante andaluza al embajador del emperador Teófilo, el heleno Qartiyus, que, entre otras muchas cosas, solicitaba colaboración para desocupar de la isla de Creta al pirata andaluz Abú Hafs Umar al-Ballutí. Durante el reinado de Abd al-Rahman II se multiplicó la acuñación de moneda, que había sido escasa hasta ese instante, para lo que se creó en Córdoba una ofrecer al-sikka (Ceca o Casa de la Moneda).

En relación a la administración, su tarea fue notable, ya que organizó las jerarquías de las magistraturas de gobierno según el modelo estatal que los abbasíes habían impuesto en Bagdad: los gobernantes del gobierno, secretarios (katib) y visires (wazir) fueron adscritos a la cancillería, y los intendentes (qahraman) y los contables (amiri) a la dirección del fisco. La administración del tesoro del Estado (diwan al-jizana), apuntada por un diwan, era inspeccionada por los amines. Todos ellos, que recibían un sueldo, estaban bajo la autoridad del hayib (chambelán o presidente). Organizó los cuerpos de policía urbana en 2 shurtas y continuó la tarea de sus predecesores de reorganizar y acrecentar los efectivos del ejército; asimismo la marina fue dotada con novedosas entidades, lo que dejó establecer nuevamente el orden en Mallorca y Menorca, y se levantaron unas atarazanas en Sevilla.

Durante su orden se construyeron la alcazaba de Mérida, las murallas y la mezquita de Sevilla y la mezquita de Jaén; se amplió además de esto la mezquita mayor de Córdoba en los años 833 y 848. Abd al-Rahman II se rodeó de versistas y sabios, entre aquéllos que recalcaron Abbas ibn Firnas y Yahya al-Gazal. Murió en la noche del 22 de septiembre de 852, quizás gracias a entre las muchas intrigas que lo acosaron en los últimos años de su historia. Fue sepultado en la Rawda (capilla sepulcral) del Alcázar cordobés. Le sucedió su hijo Muhammad, popular desde ese momento como Muhammad I. La fuente más esencial para entender este intérvalo de tiempo es la crónica Al-Muktabis del historiador Ibn Hayyán.

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