Walter Matthau

La historia de las civilizaciones está contada por aquellos hombres y mujeres quea lo largo del tiempo, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han originado quela humanidad, de una forma u otra,avance.

Las biografías y las vidas de personas que, como Walter Matthau, atraen nuestra curiosidad, tienen que ayudarnos en todo momento como punto de referencia y reflexión para ofrendar un marco y un contexto a otra sociedad y otra época que no son las nuestras. Intentar comprender la biografía de Walter Matthau, el motivo por el cual Walter Matthau vivió de la forma en que lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo en su vida, es algo que nos impulsará por un lado a vislumbrar mejor el alma del ser humano, y por el otro, la manera en que se mueve, de forma implacable, la historia.

Vida y Biografía de Walter Matthau

(Novedosa York, 1920 - Santa Mónica, 2000) Actor estadounidense. Compañero inseparable de Jack Lemmon en el cine, se considera entre los enormes actores de la comedia de america, merced a su camaleónica aptitud de interpretación, que le dejó interpretar con igual probabilidad a un seductor empedernido, un viejo gruñón, un perverso compañero, un padre miedoso, un ejecutivo estable o un hombre de la calle. Su desparpajo natural, el caminar poco muy elegante, la cara feo y el rudo acento de arrabal, que le impidieron transformarse en primer actor en sus inicios, hicieron después de él entre los actores de comedia mucho más conocidos de Hollywood.

Hijo de emigrantes judíos, su niñez se vio condicionada por la sepa de medios económicos. Su vocación interpretativa se manifestó desde pequeñísimo, en el momento en que participaba en toda clase de proyectos infantiles. Al tiempo que estudiaba periodismo en la Universidad de Columbia, afianzó esta principiante capacitación trágica bajo la tutela de Erwin Piscator. Tras formar parte en la Segunda Guerra Mundial como operador de radio de un bombardero -actividad por la que consiguió múltiples condecoraciones-, pasó ciertos años sobre los niveles de Broadway, temporada de la que vale la pena poner énfasis uno de sus primeros papeles, en la obra Ana de los mil días, donde encarnó a un maduro obispo.

En los primeros años cincuenta empezó a intervenir en programas de televisión como The Philco Televisión Playhouse, Motorola TV Theatre, Goodyear Televisión Playhouse, The Alcoa Hour y Alfred Hitchcock Presents, y en series como Naked City, Route 66 o Insight. A mediados de la década se consideró presto a ofrecer el salto a la pantalla grande. Se aproximó por vez primera al cine en El hombre de Kentucky (1955), de Burt Lancaster, largometraje que fue seguido de otras intervenciones de tono menor en las que su especial rostro le llevó a interpretar a los individuos secos de las historias.

Conseguida ahora alguna seguridad frente a las cámaras, tal como múltiples premios que se tradujeron después en otros papeles en novedosas películas, sorprendió a todos en el momento en que dirigió Gangster Story (1960), trabajo que pasó sin pena ni gloria, pero que le condujo, tres años después, a intervenir en Charada (1963), de Stanley Donen, como personaje-enfrentamiento entre Cary Grant y Audrey Hepburn.

Una obra de teatro, redactada de manera expresa para él por Neil Simon, llamada La extraña pareja, le mereció un premio Tony; además de esto, la influencia de su trabajo en escena le llevó a ser uno de los más importantes semblantes del que fue uno de sus mucho más visibles éxitos cinematográficos, En bandeja de plata (1966), de Billy Wilder, en un papel que le reportó su Oscar al Mejor Actor Secundario. Fue la mejor ocasión para Walter Matthau de probar que su trayectoria y capacitación le capacitaba para ofrecer considerablemente más en papeles de enorme fuerza.

Exactamente, desde este trabajo la pareja Matthau-Lemmon se afianzó como entre las mucho más capaces y funcionales del cine de comedia, ahora fuera apuntada por nuestro Wilder (Primera plana, 1974; Aquí un amigo, 1981) o aprovechados por otros en atrayentes trabajos como La extraña pareja (1968), de Gene Saks, indudablemente una de las considerables comedias estadounidenses, y, varios años después, en Dos viejos gruñones (1993), de Donald Petrie, y Discordias a la carta (1995), de Howard Deutch. Los nudos surgidos entre los 2 actores dejaron a Jack Lemmon regentar a su amigo en Señor Kotcher (1971), con la que fue nominado al Oscar de la Academia.

Si hubo algo básico en la relación cinematográfica entre Matthau y Lemmon fue su precisa convivencia desde un rechazo mutuo en el que floreció siempre y en todo momento la crispación, la carencia de comprensión y la provocación incesante. La maquinación -y manipulación- fue siempre y en todo momento la espoleta de Matthau en su relación con Lemmon. Quizá la síntesis de su vida cinematográfica -llena de cinismo- se halle en Dos viejos gruñones, una obra que en la madurez sintetizó la aportación efectuada durante los años.

Fue la comedia el más destacable espacio para el trabajo de Matthau. Lo probó en distintas películas que han quedado para el más destacable recuerdo del espectador, como La pareja chiflada (1975), por la que fue de nuevo nominado al Oscar, California Suite (1978) y Soy tu hija, ¿no recuerdas? (1982), todas y cada una de Herbert Ross. No obstante, aportó su buen llevar a cabo en tres películas de trasfondo policial como La enorme estafa (1973), de Don Siegel, San Francisco, localidad desviste (1973), de Stuart Rosenberg, y Pelham 1,2,3 (1974), de Joseph Sargent. Resultó destacable su intervención en El harpa de yerba (1995), apuntada por su hijo Charles Matthau. Trabajó bajo el mando de Roman Polanski en Piratas (1985), de Roberto Benigni en Soy el pequeño demonio (1988) y de Oliver Stone en JFK, caso abierto (1991), con desenlaces muy distintos. Desde mediados de los años sesenta se vio obligado a proteger su especial corazón, que le forzó a sobrepasar una operación bien difícil en 1976 y que, al final, le ocasionó la desaparición el 1 de julio de 2000.

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Las sutilezas y las peculiaridades que llenan nuestras vidas son siempre imprescindibles, ya que marcan la diferencia, y en el caso de la vida de una persona como Walter Matthau, que detentó su importancia en una época concreta, es vital intentar brindar una visión de su persona, vida y personalidad lo más precisa posible.

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