Si has llegado hasta aquí es porque tienes consciencia de la relevancia que detentó René Magritte en la historia. La forma en que vivió y aquello que hizo durante el tiempo que permaneció en este mundo fue decisivo no sólo para las personas que conocieron a René Magritte, sino que a lo mejor dejó una señal mucho más insondable de lo que logremosfigurar en la vida de personas que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya nunca a René Magritte de modo personal.René Magritte fue una persona que, por alguna razón, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.
Vida y Biografía de René Magritte
(Lessines, Bélgica, 1898 - Bruselas, 1967) Pintor belga. Durante un primer periodo la obra de Magritte estuvo poderosamente influida por la figura de Giorgio de Chirico y por la atmósfera enigmática de sus pinturas. Más tarde entró en contacto con la vanguardia parisina actualmente, encabezada por André Breton, y empezó a desarrollar un surrealismo que iría evolucionando con los años hacia un estilo personal, cuyos símbolos viran habitualmente cerca de la relación entre el lenguaje y sus elementos.
Opuesto ahora al automatismo, su pintura se realizó reflexiva y meticulosa, y se caracterizó más que nada por la asociación de elementos disímiles entre aquéllos que establece ingeniosas analogías o vínculos inusuales y absurdos, pero contundentes en la verdad pictórica. Así, sus referencias se marchan realizando poco a poco más intelectualizadas, hasta el punto de que muchas de sus proyectos tienen que leerse con relación a las proposición del estructuralismo. Son comunes en sus cuadros los juegos de duplicaciones, ausencias y representaciones en representaciones.
Los cuadros de Magritte no son revelaciones oníricas ni jeroglíficos cuyo sentido hay que transcribir. Obras como Tiempo pasado (1939, Art Institute, Chicago) no ilustran nada específicamente; en ella no hay solamente que la magia de una locomotora suspendida en una chimenea que actúa como túnel. Igualmente fabulosa es la noche de obscuridad inescrutable que circunda una vivienda recortada contra un cielo enigmáticamente lumínico en El imperio de la luz (1953-1954, Colección Peggy Guggenheim, Venecia). No hay otro misterio en Los amantes (1928, Colección privada, Nueva York) que el de sus semblantes extraños, mencionando quizá a la imposibilidad de comprender quién es el otro. Magritte manipula imágenes diarias como un juego con el que desea devolvernos la lozanía de la mirada.
En cuadros como Esto no es una pipa (1928) exhibe el equívoco que subyace en la formulación de la pintura como representación de la verdad, y prueba el décalage entre el lenguaje y la cosa que destina poniendo en cuestión la equivalencia entre la palabra y la imagen, y entre ésta y el objeto. La corto emoción de este hallazgo es lo que Magritte nos proporciona como fantástico, por el hecho de que para la construcción de lo fabuloso no hacen falta enormes alardes imaginativos; es suficiente con la violación de las leyes que rigen el orden común poético de las cosas, con cuestionar la solidez de los principios, siempre y en todo momento comúnes y estereotipados, sobre los que edificamos nuestra vida diaria.
Magritte parodió además de esto a veces cuadros insignes, creando de exactamente los mismos una suerte de versión surrealista. Un popular ejemplo es Madame Récamier de David (1949, compilación privada), en el que copió el popular retrato de Jacques Louis David sustituyendo a la señora Récamier por un ataúd puesto en su pose. Otros cuadros conocidos suyos son La llave de los campos (1936), Los compañeros del temor (1942) y El hijo del hombre (1964).
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