María Luisa Gabriela de Saboya

Si has llegado hasta aquí es porque tienes consciencia de la relevancia que detentó María Luisa Gabriela de Saboya en la historia. Cómo vivió y las cosas que hizo durante el tiempo que estuvo en el mundo fue determinante no sólo para quienes conocieron a María Luisa Gabriela de Saboya, sino que posiblemente legó una señal mucho más vasta de lo que podamosimaginar en la vida de gente que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya nunca a María Luisa Gabriela de Saboya en persona.María Luisa Gabriela de Saboya fue una persona que, por alguna razón, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.

Las biografías y las vidas de personas que, como María Luisa Gabriela de Saboya, atraen nuestro interés, tienen que servirnos en todo momento como punto de referencia y reflexión para conferir un marco y un contexto a otra sociedad y otra época que no son las nuestras. Intentar comprender la biografía de María Luisa Gabriela de Saboya, el motivo por el cual María Luisa Gabriela de Saboya vivió del modo en que lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo durante su vida, es algo que nos impulsará por un lado a entender mejor el alma del ser humano, y por el otro, la forma en que se mueve, de forma inevitable, la historia.

Vida y Biografía de María Luisa Gabriela de Saboya

(Turín, 1688 - Madrid, 1714) Reina de España, primera mujer de Felipe V. Fue nombrada gobernadora y lugarteniente general en el momento en que su marido debió moverse a los niveles bélicos (1702). Mediatizada en su gobierno por el cardenal Portocarrero, actuó con compromiso a lo largo de la guerra de Sucesión. Fue madre de Luis I y de Fernando VI.

Era hija del duque Victor Amadeo II de Saboya y la princesa Ana María de Orleáns. El deber marital entre María Luisa de Saboya (que tenía entonces 12 años) y Felipe V se realizó público el 8 de mayo de 1701, exactamente el mismo día en que el Felipe V era jurado como rey. El 11 de septiembre del mismo año se festejó la boda en Turín, con el príncipe de Saboya-Carignan, tío de la novia, representando al rey Luis XIV por poderes. Marie-Anne de la Trémoille, princesa de los Ursinos, fue asignada por Luis XIV de Francia como camarera y también instructora personal de la reina; así, Luis XIV podía supervisar mejor la marcha de la Corona de españa.

Pero la princesa de los Ursinos fue algo mucho más que la mensajera del rey francés; su interés político se dirigió a garantizar a los recientes y jóvenes reyes en el trono de España, aparte de afianzar a sus descendientes en el sendero de la Corona. La princesa de los Ursinos pretendió una política precisamente nacional en un instante de enfrentamiento de sucesión, en el que, por una parte, los incondicionales de los Austria no admitían al rey Borbón, y por otro, los franceses pretendían transformar a España en una nación servidora de Luis XIV.

Entre las primeras sugerencias de la princesa de los Ursinos a los reyes fue que se quedaran un tiempo en Barcelona (el acercamiento de los jóvenes monarcas sucedió en la ciudad gerundense de Figueres, por donde entró la reina a España), para lijar la animadversión de los catalanes. Durante la estancia en Barcelona, Felipe V marchó a Italia, dirigiendo en lo personal sus ejércitos, a batallar en los primeros conflictos bélicos de la Guerra de Sucesión; en su sepa, la regencia quedaba a cargo de María Luisa de Saboya (1702), que tenía el acompañamiento de los ministros Jean Orry, Melchor Rafael de Macanaz y Michel Jean Amelot, los que asistieron a la reina en su política de unidad administrativa y centralización.

La reina regente inauguró las Cortes de Aragón y también justo después se trasladó a Madrid, siendo realmente bien acogida por la parte de la población. En 1704 volvió a marchar Felipe V a la guerra, para parar el progreso de los socios del archiduque Carlos (el futuro Carlos VI de Austria) que estaban en tierras extremeñas. Empezó entonces la segunda regencia de María Luisa. Ese mismo año, Luis XIV decidió destituir de su cargo a la princesa de los Ursinos, en tanto que la consideraba responsable del combate que la reina sostenía con el nuevo embajador francés, cardenal D’Etrées. Desde entonces la tensión de María Luisa con el rey francés fue en incremento, hasta el momento en que, al final, la resolución y también insistencia de la regente dio sus frutos, consiguiendo la destitución del embajador y, más que nada, la vuelta de su consejera y amiga, la princesa de los Ursinos, que precisaba en esos instantes en que el rey estaba ausente.

Entre las resoluciones mucho más apuradas de la reina Maria Luisa fue el traslado de la Corte a Burgos, dado el progreso de las tropas del archiduque Carlos, que logró ingresar en la ciudad más importante, si bien no por bastante tiempo; en el mes de octubre de 1706, el rey y la reina se juntaron y retornaron a Madrid, después de la marcha precipitada de Carlos y sus soldados. Al año siguiente la guerra comenzó a decidirse del lado de los borbónicos, en tanto que el duque de Berwick logró en Almansa una victoria primordial sobre los ejércitos de Carlos.

Fue en ese año (1707), en el momento en que la reina alumbró a su primer hijo, Luis, futuro Luis I (1724). Su segundo hijo, Felipe, nativo de 1709, no llegó a vivir una semana. Esta catástrofe no la arredró ni la distrajo de sus intereses de reina: frente a la iniciativa de paz de los carlistas con Luis XIV en lugar de que dejase de respaldar a su nieto Felipe V, María Luisa reaccionó de una forma fulminante, dejando clarísimo al rey de Francia que nunca abandonaría el trono de España.

Entre tanto, la guerra continuó, y en 1710, con 22 años de edad, María Luisa de Saboya se ocupó de la tercera regencia frente a la novedosa sepa de su marido. Ya terminantemente, las tropas del archiduque Carlos se retiraron a Cataluña frente su derrota en Brihuega (Guadalajara) y Villaviciosa (Asturias). Mientras, María Luisa trasladó la Corte primero a Vitoria y después a Zaragoza, sencillamente para ver mucho más de manera frecuente a su marido. Fue en Zaragoza donde comenzaron los primeros síntomas de su extraña patología, con lo que se retiró a Corella (Navarra) para procurar volver como estaba. En noviembre de 1711, Felipe V y María Luisa retornaron a Madrid como reyes victoriosos. Al año siguiente nació Felipe, el tercer hijo del matrimonio, y un año después Fernando, futuro Fernando VI (1746-1759). A partir de entonces, la reina quedó prácticamente postrada hasta su muerte.

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