Isabel I de Inglaterra

Ya sea inspirando a más seres humanos o tomando parte de la acción. Isabel I de Inglaterra es uno de esos seres humanos cuya vida, indudablemente, merece nuestro interés debido al nivel de influencia que tuvo en la historia.Conocer la existencia de Isabel I de Inglaterra es comprender más sobre un periodo concreto de la historia del ser humano.

Si has llegado hasta aquí es porque eres consciente de la relevancia que tuvo Isabel I de Inglaterra en la historia. El modo en que vivió y lo que hizo en el tiempo en que estuvo en este mundo fue decisivo no sólo para las personas que conocieron a Isabel I de Inglaterra, sino que a lo mejor legó una huella mucho más insondable de lo que podamosconcebir en la vida de personas que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya jamás a Isabel I de Inglaterra en persona.Isabel I de Inglaterra fue uno de esos seres humanos que, por algún motivo, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.

Comprender lo bueno y lo malo de las personas relevantes como Isabel I de Inglaterra, personas que hacen rodar y cambiar al mundo, es algo fundamental para que podamos poner en valor no sólo la vida de Isabel I de Inglaterra, sino la de toda aquellas gentes que fueron inspiradas por Isabel I de Inglaterra, gentes a quienes de un modo u otro Isabel I de Inglaterra influyó, y por supuesto, comprender y entender cómo fue el hecho de vivir en el momento de la historia y la sociedad en la que vivió Isabel I de Inglaterra.

Vida y Biografía de Isabel I de Inglaterra

(Greenwich, de hoy Reino Unido, 1533 - Richmond, id., 1603) Reina de Gran Bretaña y también Irlanda (1558-1603). Hija de Enrique VIII y Ana Bolena, Isabel I de Inglaterra vivió desde pequeña las intrigas políticas y religiosas de las diferentes facciones de pretendientes al trono.

Tras la ejecución de su madre en 1536, el Parlamento la declaró ilícita, pero le restituyó sus derechos a la Corona ocho años después, a lo largo del reinado de su hermanastro Eduardo VI. A la desaparición de Eduardo VI subió al trono María Tudor, hija de Enrique VIII y Catalina de Aragón, y también Isabel fue presa como una parte de la campaña liberada contra los protestantes.

Semejantes contrariedades, con las consecuentes graves y permanentes amenazas para su historia, forjaron la personalidad de la futura Isabel I de Inglaterra, cuyos aspectos mucho más relevantes fueron el intelecto, la prudencia, la desconfianza y el prominente sentido de la autoridad que encarnaba.

Al ocurrir a María Tudor (a tenor del orden sucesorio predeterminado por el Parlamento en 1544), Isabel I de Inglaterra se rodeó de consejeros capaces, como Cecil, cuyo ministerio dominó una gran parte de su reinado, popular como la «temporada isabelina». Rechazó la oferta de matrimonio de Felipe II de España, y continuaría soltera a lo largo de toda su historia, lo que le valió sobrenombres como «la reina virgen», en lo más mínimo justificados dadas las prolongadas relaciones que sostuvo con distintos amantes, especialmente con los condes de Leicester y de Essex.

Mientras que la legitimidad de su coronación era cuestionada por los católicos escoceses, encabezados por los Estuardo, y la sucesión quedaba en suspenso frente la carencia de herederos de Isabel, restituyó el anglicanismo como religión de Estado. Lo logró sobre las bases del Acta de Supremacía, dictada en su instante por Enrique VIII, que completó con el Acta de uniformidad de 1559 y los Treinta y nueve productos de 1563.

Predeterminado el cuerpo jurídico del orden espiritual de su reino, Isabel I de Inglaterra emprendió la persecución tanto de católicos como de calvinistas. Además, para conjurar el riesgo que representaban los católicos escoceses, apoyó, por el tratado de Edimburgo de 1560, al Partido Protestante de Escocia, cuya victoria, ocho años después, acarreó la abdicación de María Estuardo, quien procuró cobijo a la vera de Isabel.

A pesar del tratado de paz firmado con Francia, apoyó bajo cuerda a los hugonotes y a los protestantes de los Países Bajos enfrentados a Felipe II de España. Preocupada por la hegemonía de españa en la colonización de América, ignoró el tratado de Tordesillas y autorizó la fundación de la colonia inglesa de Virginia.

La tensión entre Inglaterra y España alcanzó su punto culminante en 1587, en el momento en que ámbas potencias se declararon la guerra. Ese mismo año Isabel I de Inglaterra, no sin reparos, logró realizar a María Estuardo, frente al miedo de que sus derechos sucesorios alentaran una conspiración católica. El triunfo de la flota inglesa sobre la Armada Invencible mandada por Felipe II por año siguiente dio a Inglaterra la supremacía marítima. Gracias a esta novedosa situación ha podido enfrentar la bien difícil situación de Irlanda, sanear las finanzas del reino, impulsar cierto avance industrial y atender con leyes particulares las pretensiones de los campesinos pobres.

A lo largo de su reinado, Inglaterra experimentó un destacable renacimiento cultural y artístico, cuyos mejores exponentes fueron la proliferación de teatros populares y el altísimo nivel de la producción trágica. Así, en 1576 se edificó el primer teatro público de Londres, al paso que se daban a comprender autores de la talla de John Lyly, dramaturgo titular de la corte, Ben Jonson, Christopher Marlowe y William Shakespeare. En los últimos años de su reinado, Isabel fue perdiendo predominación en el Parlamento, primordial fundamento de su autoridad desde el instante en que subiese al trono, merced a los adelantos de los calvinistas, favorecidos por la relajación de la Iglesia Anglicana.

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