Inocencio VIII

La historia universal la narran aquellos hombres y mujeres queen el transcurrir de los siglos, gracias a su forma de actuar, sus ideales, sus hallazgos o su arte; han hecho queel mundo, de una forma u otra,progrese.

Si has llegado hasta aquí es porque tienes consciencia de la relevancia que detentó Inocencio VIII en la historia. La manera en que vivió y lo que hizo mientras permaneció en la tierra fue decisivo no sólo para las personas que conocieron a Inocencio VIII, sino que posiblemente produjo una señal mucho más honda de lo que logremosfigurar en la vida de personas que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya jamás a Inocencio VIII en persona.Inocencio VIII ha sido un ser humano que, por algún motivo, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.

Conocer las luces y las sombras de las personas relevantes como Inocencio VIII, personas que hacen rotar y transformarse al mundo, es una cosa básica para que podamos poner en valor no sólo la existencia de Inocencio VIII, sino la de todos aquellos y aquellas que fueron inspiradas por Inocencio VIII, personas a quienes de un modo u otro Inocencio VIII influenció, y desde luego, entender y comprender cómo fue el hecho de vivir en el momento de la historia y la sociedad en la que vivió Inocencio VIII.

Vida y Biografía de Inocencio VIII

(Giovanni Battista Cybo; Génova, 1432 - Roma, 1492) Papa (1484-1492). Al parecer, fue escogido en 1484 merced a las intrigas del vicecanciller Borgia, que le sucedería después bajo el nombre de Alejandro VI. Fue un hombre bondadoso, pero enclenque de carácter, indudablemente gracias a sus usuales y graves anomalías de la salud, lo que no le hacía exactamente perfecto para llevar a cabo de intermediario entre las ciudades de Italia, repletas de recelos entre ellas.

Se encaró a Ferrante, rey de Nápoles, en el momento en que este se negó a abonar el censo feudal, y esta hostilidad se vio acentuada por las atrocidades que Ferrante ejercitaba contra los súbditos del Papa. Cuando el rey procuró el acompañamiento de Hungría, de Milán y de los Médicis, Inocencio, que solo había podido poder el acompañamiento de Génova, se vio obligado asimismo a buscar auxilio en el monarca francés, con lo que Ferrante se avino a firmar una paz que no respetó.

Merced a la intervención de Lorenzo de Médicis, que actuó de intermediario entre el papa y el rey de Nápoles, Ferrante no fue excomulgado; pero logró irritar tanto al papa con sus continuas agresiones que Inocencio VIII reunió al final un Concilio misterio, en el que declaró que Ferrante quedaba privado de su corona y que Nápoles volvía a los Estados de la Iglesia. Con esta medida la guerra parecía ineludible, pero Inocencio VIII, perjudicado por continuos asaltos, no halló quien le apoyase a nivel económico en Italia. El acompañamiento del monarca francés Carlos VIII logró que Ferrante, amedrentado, se apresurase a firmar la paz.

De todas y cada una de las aciagas secuelas que generaron las batallas con Nápoles, la mucho más perjudicial fue estorbar la guerra contra el turco, si bien tras su elevación, Inocencio VIII logró ver a los Estados de europa la gravedad del riesgo turco, mandando legados a Fernando de Aragón, Alemania y Francia. Aceptó de Bayaceto 120.000 escudos de oro a fin de que retuviera en su poder a Zizim, hermano de aquel sultán, que por escapar de la cólera de su hermano se había refugiado en Rodas, y que fue entregado al papa por Aubusson, enorme maestre de los caballeros. Poco tiempo después, los Reyes Católicos quebrantaban para toda la vida las fuerzas del Islam en Occidente.

Más allá de que se conoce que Inocencio VIII resguardó las artes, la mayoría de las proyectos de esta temporada se perdieron. También veló solícitamente por la pureza de la fe, de lo que da exhibe su accionar con el popular pensador Pico de la Mirandola. Cuando este se presentó en la Ciudad Eterna para mostrar sus teorías, el papa nombró una comisión de teólogos, obispos y juristas que examinaron sus proposición y eligieron que eran heréticas y paganas, por lo que Inocencio VIII decidió prohibir la disputa pública.

En España autorizó la asamblea a la corona de las tres órdenes militares de Calatrava, Santiago y Alcántara, y restableció a los reyes de España al título de Católicos, que antes les había dado Honorio I y que se perdió con la entrada de los moriscos.

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