Ignacio Comonfort

Si has llegado hasta aquí es porque eres sabedor de la relevancia que tuvo Ignacio Comonfort en la historia. El modo en que vivió y las cosas que hizo en el tiempo en que estuvo en este mundo fue decisivo no sólo para aquellas personas que trataron a Ignacio Comonfort, sino que a caso legó una señal mucho más profunda de lo que podamosfigurar en la vida de gente que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya nunca a Ignacio Comonfort de modo personal.Ignacio Comonfort fue una de esas personas que, por algún motivo, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.

Comprender lo bueno y lo malo de las personas destacadas como Ignacio Comonfort, personas que hacen girar y evolucionar al mundo, es una cosa básica para que seamos capaces de poner en valor no sólo la vida de Ignacio Comonfort, sino la de todos aquellos y aquellas que fueron inspiradas por Ignacio Comonfort, aquellas personas a quienes de de una u otra forma Ignacio Comonfort influyó, y por supuesto, conocer y descifrar cómo fue el hecho de vivir en la época y la sociedad en la que vivió Ignacio Comonfort.

Vida y Biografía de Ignacio Comonfort

(Puebla, 1812 - cerca de Chamacuero, 1863) Militar y político mexicano, presidente de la República entre 1855 y 1857. Hijo de un oficial verdadera, estudió en el Colegio Carolino de su localidad natal. En 1832 se sumó al movimiento del general Antonio López de Santa Anna contra Anastasio Bustamante, alcanzando el nivel de capitán de caballería. Al término de esta campaña y hasta 1834 fue dirigente militar del distrito de Izúcar de Matamoros. Posteriormente se encaró a Santa Anna, cuya política rechazaba, y fue diputado al Congreso de la Unión. En 1847 fue ayudante del ejército a lo largo de toda la campaña del Valle.

En 1854 Comonfort se unió al viejo insurrecto Juan Álvarez y a los liberales desterrados de Nueva Orleáns para proclamar el Plan de Ayutla, que acabaría con el derrocamiento de Santa Anna. El general Juan Álvarez aceptó la presidencia de la República y nombró a Comonfort ministro de Guerra y Marina, cargo que desempeñó hasta el diez de diciembre de 1855. Tras la renuncia de Álvarez, Comonfort aceptó la presidencia en calidad de sustituto, y continuó en ella hasta el 30 de noviembre de 1857.

A lo largo del corto gobierno liberal de Álvarez se habían decretado leyes en que cristalizaba la novedosa ideología en el poder. La primera de ellas fue la ley Juárez; desarrollada por el ministro de Justicia, eliminaba relativamente los fueros y abolía los tribunales destacables para delitos del fuero común. Los tribunales eclesiásticos y militares por el momento no podrían ocuparse de los humanos que no perteneciesen a su empresa. Esta predisposición procuraba la igualdad de todos y cada uno de los mexicanos frente a la ley. Pero Álvarez, que era un hombre de edad avanzada y no se habituó a la vida en la localidad, se retiró y dejó como presidente a Comonfort. El gabinete liberal se dispersó y varios de sus integrantes volvieron a sus estados natales como gobernantes: Benito Juárez a Oaxaca, Melchor Ocampo a Michoacán, Santos Degollado a Jalisco y Manuel Doblado a Guanajuato.

Prontísimo brotaron movimientos contra las reformas liberales. Al grito de "¡Religión y fueros!", en el mes de diciembre de 1855 empezó una rebelión en Zacapoaxtla que fue sofocada por las fuerzas del gobierno. También hubo levantamientos en Jalisco y Nayarit. Mientras el Congreso Constituyente proseguía con su trabajo, el gobierno de Comonfort prosiguió dando a saber leyes reformistas: la ley Lafragua (obra de José María Lafragua, ministro de Gobernación) reglamentaba la independencia de prensa. La ley de supresión de la coacción civil para el cumplimiento de los votos religiosos y la ley de supresión de la Compañía de Jesús atacaban de forma directa a la Iglesia. De naturaleza afín, la ley Lerdo, expedida por Miguel Lerdo de Tejada, ministro de Hacienda, se refería a la desamortización de corporaciones civiles y eclesiásticas. Con ello se procuraba poner en circulación la riqueza de "manos fallecidas" y reducir el poder económico de la Iglesia.

La ley orgánica del Registro Civil creaba un sistema de control civil y secularizaba los cementerios, con lo que se quitaban aún mucho más facultades a la Iglesia. Hasta el instante, esta se ocupaba de todo lo relacionado con nacimientos, matrimonios y defunciones. Todavía tras el juramento de la Constitución de 1857, salió a la luz la ley Iglesias sobre obvenciones parroquiales. Elaborada por José María Iglesias, ministro de Justicia, Negocios Eclesiásticos y también Instrucción Pública, eximía a las clases menesterosas del pago del diezmo y ciertos sacramentos. Otra medida del gobierno de Comonfort fue cerrar la Universidad, por considerarla un foco que nutría a los cuadros conservadores.

La promulgación de la novedosa constitución liberal de 1857 provocó una fuerte fractura popular que logró inviable la continuidad de Comonfort. La constitución había de ser jurada todas y cada una de las autoridades y todos y cada uno de los usados civiles y militares, y el que se negase a ello no podía proseguir en el ejercicio de sus funcionalidades. La contestación del clero fue terminante: quien jurara la constitución quedaría excomulgado. La opción alternativa entre el fuego eterno y quedarse sin medios de subsistencia desgarró a la sociedad mexicana, apabulladoramente católica.

Por mucho que Comonfort insistió en que no había oposición entre la doctrina católica y las libertades civiles, los conservadores, a través de José Bernardo Couto, respondieron que frente a los derechos de la Iglesia el poder temporal debía ceder o ceder. El Papa se quejó de las que consideraba persecuciones sufridas por los católicos y con esto los conservadores se sintieron autorizados para erigirse en soldados de la fe.

Comonfort acabó asumiendo que la constitución era inaplicable por las oposiciones que provocaba y decidió desconocerla: si la opinión pública le era contraria, él, como demócrata, no podía imponerla por la fuerza. Con el acompañamiento del propio Comonfort, Zuloaga proclamó el Plan de Tacubaya, que anulaba la constitución y dejaba a Comonfort en la presidencia, si bien bajo la exigencia conformar un gabinete de transición. Al mismo tiempo recluyó a Juárez, que, como presidente de la Suprema Corte de Justicia, era vicepresidente de la República.

Pero Zuloaga no tardó en traicionar su amigo Comonfort. El 2 de enero de 1858 se rebeló en la Ciudadela, transformó en campo de guerra la ciudad más importante y no cedió hasta el momento en que Comonfort salió sendero del exilio a Nueva York. La coalición de gobernantes liberales de Aguascalientes, Colima, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Querétaro y Zacatecas dictaminó que, al caer Comonfort, el legítimo presidente era Benito Juárez, que tomó posesión en Guanajuato. De este modo las vacilaciones de Comonfort, inspiradas por el deseo de eludir mucho más caos y mucho más sangre, conducirían en la práctica a la cruenta guerra de Reforma (1858-1860), y después a la pelea contra los franceses y Maximiliano I (1863-1867).

En 1863, Juárez aceptó su asistencia para combatir contra la invasión francesa y lo nombró ministro de Guerra y jefe del Ejército del Centro. Comonfort fracasó en sus intentos de asistir con armas y municiones al general Jesús González Ortega en el segundo ubicación de Puebla por los franceses. El 13 de marzo de 1863, entre San Miguel Allende y Chamacuero, lo asaltaron los hermanos Troncoso, sicarios al servicio de los conservadores, que le partieron la cabeza de un machetazo.

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Los matices y las sutilezas que llenan nuestras vidas son siempre importantes, ya que destacan la singularidad, y en el tema de la vida de un ser como Ignacio Comonfort, que detentó su significación en una época determinada, es fundamental procurar brindar una perspectiva de su persona, vida y personalidad lo más rigurosa posible.

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