Conocer las luces y las sombras de las personas relevantes como Heinrich Böll, personas que hacen rodar y cambiar al mundo, es una cosa esencial para que podamos valorar no sólo la existencia de Heinrich Böll, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por Heinrich Böll, aquellas personas a quienes de de una u otra forma Heinrich Böll influenció, y ciertamente, comprender y entender cómo fue vivir en el periodo histórico y la sociedad en la que vivió Heinrich Böll.
Vida y Biografía de Heinrich Böll
(Colonia, 1917 - Langenbroich, 1985) Escritor alemán, premio Nobel de Literatura en 1972. Hijo de un escultor, terminada la escuela inició su estudio como librero. En 1938-1939 debió prestar el servicio de trabajo. Concluido este, empezó a ayudar a la facultad, pero desde el verano de 1939 tuvo que ser útil en el ejército hasta el objetivo de la Segunda Guerra Mundial y estuvo preso en un campo estadounidense en el este de Francia.
En 1945 volvió a Colonia, donde estudió lengua y literatura alemanas, al paso que trabajaba en una ebanistería, y en 1947 comenzó a difundir en prensa y a redactar dramas radiofónicos. Desde 1951 se dedicó a redactar y traducir y pasó largas temporadas en Irlanda.
La escritura de Heinrich Böll está marcada por su experiencia como soldado y, después, por la reconstrucción de Alemania encuadrada en el combate Este-Oeste y el predominio conservador. Católico profundo y componente, criticó con dureza a las instituciones, muy singularmente a las eclesiásticas, en una estable defensa de las minorías y de los valores humanos.
A una primera etapa creativa, donde logró una "literatura de guerra, ruinas y retorno a la patria", según afirmaciones propias, se adscriben una sucesión de cuentos y novelas breves que evocan la atroz experiencia del conflicto armado y las dificultades de la posguerra instantánea. El tren llegó puntual (1949), su primer relato, se encara ahora con el absurdo de la guerra: un soldado de permiso cree, en el instante de regresar adelante, que próximamente va a morir, y resulta no obstante el único superviviente de su conjunto. En el relato se utiliza la técnica de chato extenso y la elisión, propios de la narrativa de norteamérica, para retratar el ámbito bélico.
En la novela Y no ha dicho solo una palabra (1953), un hombre, perdidas las referencias por la guerra y la posguerra, es arrancado de su sopor y devuelto a casa por la separación causada por su mujer. Plantea de esta manera la visión católica de la indisolubilidad del matrimonio y de la autodestrucción por la carencia de ataduras. Se valora en esta obra la predominación de Ernest Hemingway y James Joyce en la precisa observación, la objetividad del lenguaje, la consistencia expresiva y la reiteración de expresiones como recurso musical.
La novela Casa sin amo (1954) detalla las miserias de un niño de once años huérfano de padre, los inconvenientes de la vida familiar de posguerra y el planeta de los mayores desde la perspectiva del niño, a través de aspectos tanto de severa crítica popular como ridículos y satíricos. El relato El pan de los años jóvenes, por su lado, cuenta la redención del narrador respecto al materialismo de la temporada por un amor de posguerra. Billar a las nueve y media (1959), otro de sus títulos mucho más significativos de esos años, procura simbolizar, por medio de la narración de una familia renana a lo largo de tres generaciones, el destino histórico de Alemania en la primera mitad del siglo XX.
Desde los años sesenta semeja comenzar una exclusiva etapa caracterizada por un mayor deber con lo que él llamó "estética de lo humano", en pos de la independencia individual y contra cualquier forma de poder o imposición manipulados por una sociedad competitiva y alienante. El tono humorístico-grotesco, presente ahora en el volumen de cuentos Los silencios del Dr. Murke y otras sátiras (1958), gana lote y virulencia en entre las novelas mucho más populares de Heinrich Böll: Opiniones de un payaso (1963), cuyo personaje principal, hijo de un magnate renano, termina integrándose en la galería de individuos marginales, rechazados y también incomprendidos que pueblan parte importante de su narrativa.
Tras ella se dieron a conocer 2 enormes títulos librescos de su periodo de madurez: Retrato de conjunto con señora (1971), donde el candor y la ingenuidad particulares se combaten al normalismo hipócrita del ambiente popular, y El honor perdido de Katharina Blum (1974), lúcido alegato contra el tiempo de crueldad antidemocrática dominante a la sazón en Alemania y contra los abusos de la prensa sensacionalista, elaborado por un Böll que se atrevió a difundir Ulrike Meinhof. Un producto y sus secuelas (1975), en defensa de la joven miembro de la banda Baader-Meinhof, y no vaciló en ofrecer hospitalidad a Alexander Solzhenitsyn tras su expulsión de la U.R.S.S.
En torno al tema del terrorismo y la inseguridad ciudadana se articula también Asedio precautorio (1979), novela a la que prosiguieron El legado (1982), La herida (1983) y, póstumamente, Mujeres frente a un paisaje fluvial (1985), ambientada en la localidad de Bonn. De su vasta producción crítica y ensayística dan testimonio varios títulos, entre aquéllos que podemos destacar Artículos, críticas y otros escritos (1967) y Más allí de la literatura, ensayos políticos y literarios (1979). En 1972 le fue concedido el premio Nobel de Literatura.
Junto con Günter Grass, Siegfried Lenz y Uwe Johnson, con los que comparte su situación sobresaliente, Heinrich Böll se considera de los mejores narradores alemanes de la posguerra. Heinrich Böll expresó en su obra narrativa el desasosiego que le genera una sociedad marcada por la incomprensión y fanatizada por el peso de las ideologías y los capitales morales. Frente a ella, se yerguen los personajes principales de sus novelas: seres siempre y en todo momento desvalidos, a quienes esa sociedad aplasta de una forma tan despiadado como arbitraria, representando a principios abstractos que se transforman en algo inhumano y carente de sentido. La app de estos principios forma para ellos una singular versión del destino que aciertan a sentir, pero no a entender.
Las doctrinas políticas, la religión, la opinión pública, las reglas ajenas de moralidad, se convierten a cargo de la masa en armas que destrozan a las criaturas fáciles. Böll aboga por la solidaridad entre los humanos, por la vericidad de las relaciones alén de toda regla efectiva. Así comprende él la religión católica que profesa, cosa que no le impide criticar lo que de excluyente logren tener ciertas reacciones de los católicos. Pero la demanda que expone consigue asimismo a una sociedad cómplice del nazismo que se esconde vergonzosamente tras ostentosas manifestaciones de civismo. Un planeta ofuscado por el poder, la efectividad o el dinero, que olvida los puntos realmente fundamentales del humano.
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