Catalina de los Ríos y Lisperguer

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Las biografías y las vidas de personas que, como Catalina de los Ríos y Lisperguer, cautivan nuestra atención, tienen que valernos en todo momento como referencia y reflexión para ofrendar un marco y un contexto a otra sociedad y otra época que no son las nuestras. Hacer un esfuerzo por entender la biografía de Catalina de los Ríos y Lisperguer, el motivo por qué Catalina de los Ríos y Lisperguer vivió como lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo durante su vida, es algo que nos ayudará por un lado a entender mejor el alma del ser humano, y por el otro, el modo en que avanza, de forma inexorable, la historia.

Vida y Biografía de Catalina de los Ríos y Lisperguer

(Llamada la Quintrala; Santiago, 1605 - 1665) Terrateniente chilena. Perteneciente a la rica familia de los Lisperguer, pasó a la tradición habitual como una suerte de Lucrecia Borgia colonial. Se le atribuyen varios homicidos, entre ellos el de su padre, ciertos de sus amantes y esclavos y también indios de confía, a los que atormentaba. Célebre por sus crímenes y atrocidades, su figura ha perdurado en la civilización habitual chilena como símbolo de la perversidad y de la opresión colonial y ha inspirado varias producciones literarias, teatrales y cinematográficas.

Famosa como "La Quintrala", Catalina de los Ríos pertenecía a una vigorosa familia encomendera de Santiago. Tenía ascendencia alemana y también indígena por línea paterna. Al quedar huérfana de madre, fue criada por su abuela. Se afirma que el nombre de "Quintrala" procede del hecho de que su padre la llamaba "Catrala" de pequeña. Desde muy joven se manifestaron sus instintos sanguinarios. En 1623 asesinó a su progenitor poniéndole veneno en la comida.

Fue además imputada por la desaparición de Enrique Enríquez de Guzmán, caballero de la Orden de San Juan que la pretendía en matrimonio: enojada por tal intención confió a un ciervo que lo matase a palos; el ciervo recibió pena capital y a ella se le impuso una multa en dinero. Se concertó su matrimonio con el soldado Alonso Campofrío y Carvajal, quien no tenía recursos, pero recibió una dote fundamental, que incluía una hacienda en La Ligua. Allí vivió la pareja y allí La Quintrala cometió una secuencia de crímenes, en varios de los que su marido fue cómplice: entre ellos el del cura doctrinero de los indios, quien de forma segura defendió a los indígenas de los pésimos tratos de su quiere. La servidumbre fue asimismo objeto de sus atrocidades: castigos con el látigo, en el cepo y distintas torturas, más allá de la edad y el sexo.

Tras largos años de impunidad, más allá de las solicitudes de justicia del obispo Salcedo, se envió una misión segrega que estudió y halló argumentos suficientes para juzgarla. Sometida a desarrollo en la Real Audiencia de Santiago en 1660, el juicio duró 4 años, ya que usó sus influencias para dilatar el desarrollo. Fue acusada de 14 homicidos (de los 39 que se estudiaron), y se la condenó a abonar 1.000 pesos por cada negro y 500 pesos por cada indio. Un año tras el juicio murió.

De forma de pensar patológica y contradictoria, La Quintrala era devota del Cristo de la Agonía que existía en la iglesia San Agustín. En su testamento solicitó ser sepultada vistiendo los hábitos agustinos en tal recinto. Donó 6.000 pesos para costear una procesión de forma anual el 13 de mayo (el día en que se recordaba al Señor de Mayo y el terremoto de 1647) de manera perpetua, por la expiación de sus errores, aparte de otras sumas para festejar misas en voto de su alma y de las ánimas de los indios encomendados que maltrató.

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