Alejandro Pidal y Mon

Ya sea inspirando a otros seres humanos o siendo una pieza esencial de la acción. Alejandro Pidal y Mon es una de esas personas cuya vida, sin duda alguna, merece nuestra consideración por el nivel de influencia que tuvo en la historia.Comprender la biografía de Alejandro Pidal y Mon es comprender más sobre una época concreta de la historia del género humano.

Las biografías y las vidas de personas que, como Alejandro Pidal y Mon, atraen nuestra curiosidad, tienen que servirnos siempre como punto de referencia y reflexión para proponer un marco y un contexto a otra sociedad y otra época que no son las nuestras. Tratar de comprender la biografía de Alejandro Pidal y Mon, porqué Alejandro Pidal y Mon vivió como lo hizo y actuó del modo en que lo hizo en su vida, es algo que nos ayudará por un lado a entender mejor el alma del ser humano, y por el otro, la manera en que se mueve, de forma implacable, la historia.

Vida y Biografía de Alejandro Pidal y Mon

(Madrid, 1846-1913) Político español. Era hijo del político moderado y erudito asturiano Pedro José Pidal, al que acompañó a Roma en el momento en que fue designado embajador frente a la Santa Sede. Se formó en un tiempo de ferviente catolicismo, que habría de influir decisivamente en su trayectoria escencial. Realizó sus estudios en Madrid, en cuya Universidad Central se licenció en Derecho. Se casó a los 22 años con la aristócrata Ignacia Bernaldo de Quirós, con la que tuvo quince hijos.

En 1872 consiguió el acta de diputado por Villaviciosa (Asturias), en el conjunto conservador. Así se inició una carrera parlamentaria que habría de perdurar hasta su muerte. En 1876 se opuso con vehemencia a la aprobación del producto segundo de la Constitución, que dejaba una alguna independencia religiosa. En 1884 aceptó la cartera de Fomento en el gabinete conservador encabezado por Cánovas del Castillo.

Sus primordiales actuaciones adelante de este ministerio fueron los decretos en relación a las oposiciones a cátedra, la independencia de enseñanza y la reforma de la Facultad de Derecho y del Cuerpo de Archiveros y Bibliotecarios, aparte de la dura opresión de los motines estudiantiles que reventaron en la Universidad Central. Entre 1891 y 1893 fue presidente del Congreso a lo largo del gobierno conservador, cargo que volvería a ocupar entre 1896 y 1899, del mismo modo bajo un gabinete conservador. En 1900 ejercitó como embajador frente a la Santa Sede.

Desde sus años en la Universidad se interesó vivamente por la filosofía tomista, sobre la que escribió habitualmente en la gaceta católica La Cruzada. Esta dedicación intelectual le llevó a crear un meticuloso estudio sobre la vida y la obra de Santo Tomás de Aquino. El tomismo fue el timón que rigió la vida de Pidal y Mon. Desde sus puestos oficiales y desde los rotativos en los que cooperó, se manifestó, frente todo, como un incombustible defensor del catolicismo mucho más tradicionalista, que enfocaba, huelga decirlo, desde el criterio escolástico (el que, no por viejo dejaba de tener vigencia en el pensamiento católico de la temporada, como revela dado que el papa León XIII dedicase a Pidal y Mon un Breve laudatorio tras la publicación de su obra sobre el santurrón escolástico).

Santo Tomás fue la primordial -y, quizás, la única- autoridad ética y también intelectual sobre la que Pidal y Mon basó su trayectoria pública. Afirmaba que tenía "una inveterada práctica de encontrar el fundamento de toda verdad científica en aquel alcázar del comprender" (la Suma Teológica tomista). Así ya que, Pidal y Mon se distinguió, frente todo, por realizar de su escaño un púlpito y de su cátedra una misión. Su carrera política fue un apéndice de su celo espiritual y de su desvarío tomista. "Nuestro programa -confirmaba en 1874- es el catolicismo: pero el catolicismo no solo como religión, sino más bien como ciencia, como política, como literatura, y como arte".

Al lado del catolicismo, el ideal monárquico fue otra de los pilares inconmovibles de su actitud política. En las Cortes de 1872 y 1873 fue entre los únicos cinco miembros del congreso de los diputados monárquicos, y se opuso con vehemencia a los adelantos de la revolución republicana. En 1876 atacó fuertemente a Cánovas del Castillo por sus concesiones a los republicanos, acusándole de haber impedido la rápida restauración de la monarquía borbónica. Aunque a lo largo de toda su trayectoria en el Parlamento cooperó con el Partido Conservador, jamás se consideró integrante del mismo y sostuvo con frecuencia una actitud crítica hacia la política de los gabinetes conservadores, más allá de lo que llegó a ser una de sus figuras mucho más predominantes.

En 1887 creó la Unión Católica, que pretendía formarse en bloque católico-tradicionalista, a semejanza del Partido de Centro alemán, a fin de frenar los progresos del liberalismo y como contestación al llamamiento a la movilización católica del papa León XIII. La Unión se integró en el conjunto parlamentario conservador, pero el emprendimiento fracasó, gracias a la desunión reinante en las filas católicas.

Tras la desaparición de Cánovas del Castillo en 1896, una gran parte de los miembros del congreso de los diputados conservadores apoyaron a Pidal y Mon para reemplazar a aquel adelante del partido. Pero eludió su designación, apoyando la candidatura de Silvela. Según sus escritos, ello se debió a que no se consideraba un hombre de Estado, sino más bien un pensador que no hubiese permitido los óbices prácticos que le impedirían poner en práctica sus convicciones. También a la desaparición de Silvela rehusó ocupar el liderazgo del partido y apoyó a Maura, del que desde ese momento se transformó en uno de los más importantes apoyos.

Era integrante de la Academia de Jurisprudencia, de la de Ciencias Morales y Políticas y de la Española, que llegó a comandar, tal como de la de Historia -si bien murió antes de tomar posesión de su sillón en esta-. También pertenecía a distintas instituciones científicas extranjeras. En 1891 recibió la enorme cruz de la orden de San Gregorio Magno de manos de León XIII, por sus servicios a la causa del catolicismo.

A lo largo de sus años en el Congreso fomentó el avance de Asturias, a la que consideraba su auténtico terruño, más allá de haber nativo de Madrid. Su finca asturiana de Somió se transformó en un cenáculo de obispos, políticos tradicionalistas y escritores católicos. Pidal y Mon cooperó asiduamente en distintas publicaciones católicas, como La España Católica, La España, El Español, La Unión, por ejemplo. Entre sus varios escritos sobre temas de historia y filosofía tomista, cabe apuntar: El triunfo de los jesuitas en Francia (1873), Santo Tomás de Aquino (1875), Balmes y Donoso Cortés (Alegato de ingreso en la Real Academia Española, 1883), Discursos y productos literarios (1888), o La metafísica contra el naturalismo (alegato de ingreso en la Academia de Ciencias Morales y Políticas, 1893). Fue sepultado en la basílica de Covadonga, al lado de su padre.

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Las sutilezas y las peculiaridades que llenan nuestras vidas son en todos los casos esenciales, ya que marcan la diferencia, y en la ocasión de la vida de un ser como Alejandro Pidal y Mon, que tuvo su relevancia en un momento histórico concreto, es esencia procurar mostrar una visión de su persona, vida y personalidad lo más precisa posible.

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