Alberto Aza

Las biografías y las vidas de personas que, como Alberto Aza, cautivan nuestra atención, deben valernos en todo momento como referencia y reflexión para ofrendar un marco y un contexto a otra sociedad y otra época que no son las nuestras. Hacer un esfuerzo por comprender la biografía de Alberto Aza, porqué Alberto Aza vivió de la forma en que lo hizo y actuó del modo en que lo hizo durante su vida, es algo que nos ayudará por un lado a vislumbrar mejor el alma del ser humano, y por el otro, el modo en que avanza, de forma inexorable, la historia.

Vida y Biografía de Alberto Aza

(Tetuán, 1937) Diplomático español. Alberto Aza Arias nació el 23 de mayo de 1937 en Tetuán (Marruecos), donde provisionalmente estaban sus progenitores, de ascendencia asturiana. En la Universidad de Oviedo se licenció en filosofía y letras y en derecho, esta última carrera para cumplir el deseo paterno de transformarse en diplomático, propósito que alcanzó en 1965, en el momento en que fue nombrado secretario de la embajada de Libreville (Gabón).

Un par de años después, el 5 de junio de 1967, fue movido, siempre y en todo momento con exactamente el mismo cargo, a la ciudad más importante argelina, Argel, lugar desde el que en 1972 salió para su siguiente destino, Roma. Permaneció en la embajada de la Ciudad Eterna hasta mediados de 1975, en el momento en que regresó a Madrid para encargarse de la dirección general para el Próximo Oriente en el Ministerio de Asuntos Exteriores.

Sus recuerdos personales de esta temporada están infestados de anécdotas atrayentes, a causa de sus viajes por todos y cada uno de los países de la región, sus contactos con representantes de gobiernos calificados de «peligrosos» y sus diálogos con individuos de primer rango, tanto del rincón como de representaciones diplomáticas extranjeras.

Paréntesis en la Moncloa

Posteriormente, en 1977, consiguió la excedencia para irse con Adolfo Suárez como uno de sus primordiales aconsejes en La Moncloa (directivo, específicamente, del gabinete de presidencia). Entonces fue directivo de Difusión Informativa Internacional en la Oficina de Información Diplomática, directivo de Relaciones con los Medios Informativos y hasta subdirector de la Oficina de Información Diplomática (OID), cargo en el que tuvo la posibilidad de entender a don Juan Carlos I, por el hecho de que a la sazón Aza se encargó de elaborar los viajes del monarca al extranjero.

Cuando aún ocupaba este cargo, en el mes de noviembre de 1977, el Boletín Oficial del Estado (BOE) logró público su ascenso como «embajador increíble y plenipotenciario, gerente de Su Majestad el Rey, para la liturgia de la coronación de Su Majestad Imperial Bokassa I del Imperio Centroafricano». Los familiares y amigos mucho más íntimos de aquel joven diplomático de distinguido aspecto y barba zaína llegaron a tener miedo por su historia en el lapso de aquella osada misión frente al caníbal mucho más concepto de la historia moderna. Pero Aza regresó sano y salvo, con la misión cumplida.

A fines de aquel mismo año de 1977, y hasta 1981, ejercitó como jefe del gabinete del presidente del gobierno, cuyo titular, Adolfo Suárez, líder de la Unión de Centro Democrático (UCD), lo escogió en lo personal para ese esencial puesto en los complicados años de la transición. Cuando Suárez presentó su dimisión, en el mes de febrero de 1981, Aza dejó su puesto y prosiguió a su jefe en la dura travesía del Centro Democrático y Social (CDS), presentándose como candidato a diputado por Huelva. El magro éxito de la capacitación centrista lo empujó a dejar su principiante carrera política y a regresar al campo de la diplomacia.

Sus años como embajador

En marzo de 1981 retomó la carrera diplomática, retornando al Ministerio de Asuntos Exteriores, del que, en 1983, fue nombrado directivo general para Iberoamérica. Poco después pasó a ocupar el cargo de ministro asesor de la embajada de españa en Lisboa.

En 1985 recibió al fin su primera máxima representación diplomática, una embajada, siendo nombrado embajador persistente de España frente a la Organización de Estados Americanos (OEA), con origen en Washington, donde mejoró su ahora increíble inglés. En 1989 proseguía aún en la ciudad más importante política estadounidense, pero como embajador de España en Belice, hasta el momento en que en 1990 pasó a ocupar el puesto de embajador en México, en una temporada donde este país comenzaba a presenciar rastros de cambio en la hegemonía ejercida por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que regía el país desde la revolución mexicana.

En 1992, a iniciativa del entonces presidente Felipe González, pasó a desarrollar, en substitución de Santiago de Mora-Figueroa, marqués de Tamarón, una esencial misión diplomática como titular de la reconocida pero frágil embajada de España en el Reino Unido de la Gran Bretaña y también Irlanda del Norte, donde puso de manifiesto sus talentos de diplomático en temas tan discutidos como el del peñón de Gibraltar, cuya españolidad se ha solicitado sin éxito con insistencia.

Esos fueron unos años clave para esas espinosas negociaciones sobre la soberanía del Peñón. Inusualmente, puesto que por norma establecida los embajadores no continúan en el cargo mucho más de 4 años, el gobierno de José María Aznar decidió sostener a Aza en Londres tres años mucho más, más allá de que había sido designado por un gobierno socialista. Esos seis años y medio en la ciudad más importante británica le confirieron una enorme experiencia en el saber de Gran Bretaña y sus gentes, algo muy apreciado para las relaciones entre España y ese país, cuyo presidente, Tony Blair, no ocultaba su simpatía por el presidente Aznar.

Regreso a Madrid

El 23 de abril de 1999, a iniciativa del ministro de Asuntos Exteriores, a la sazón Abel Matutes, fue cesado en el cargo de embajador de Gran Bretaña y designado inspector general de Servicios. La vuelta a Madrid se interpretó como un freno a su ascendiente carrera diplomática, pero recobró su fulgor solamente un año después, tras la victoria por mayoría absoluta del Partido Popular (PP) en las selecciones de 2000: el nuevo ministro, Josep Piqué, con quien ahora sintonizaba en varios temas, lo demandó y fue designado directivo general de la OID, donde se significaría como un representante muy confiable de la política exterior de españa.

La OID y, por lo tanto su titular, actúa como representante oficial único del Ministerio de Asuntos Exteriores, comunica de manera directa al ministro de las novedades conseguidas mediante los diferentes canales establecidos y posibilita la información pedida por las embajadas acreditadas en España, las de España en el exterior, tal como las facilitadas por los organismos extranjeros equivalentes a esta dirección general. Además, como representante de la política exterior, a Aza le correspondió mostrar públicamente la situación del gobierno del PP en materia en todo el mundo, a través de afirmaciones y comunicados oficiales, ordenar la cobertura de los actos de prensa del ministerio y responsabilizarse de la cobertura informativa de los viajes que hacía el ministro Piqué.

Su paso inmediato al cargo de jefe de la Casa del Rey estuvo antecedido, como representante del Ministerio de Asuntos Exteriores, por una enorme dedicación a múltiples cuestiones, de las que meritan citarse, por su relevancia, las similares con el terrorismo en todo el mundo desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington y las que se refieren a la presidencia de españa de la Unión Europea, desde el 1 de enero de 2002.

Asimismo intervino en las negociaciones con Gran Bretaña sobre Gibraltar y en la crisis diplomática del gobierno español con Marruecos. Respecto a este último tema, Aza opinaba que en Marruecos debían lamentar la situación, ya que «la colaboración hispano-marroquí es primordial para los dos países y, en el momento en que deja de marchar una dinámica comunicación, los dos padecen déficit diplomático».

Hacia la jefatura de la Casa del Rey

Antes de asumir la jefatura de la Casa del Rey, Aza ocupó a lo largo de unos meses el cargo de secretario general de esta institución, como relevo provisional de Spottorno, y con la meta de que el jefe saliente, Almansa, le pusiese cada día de los temas del palacio de la Zarzuela.

Bien visto por todos y cada uno de los partidos, Aza es un hombre culto, de charla abierta y un poco irónica, y un servidor del Estado vocacional, mande quien mande. Su ascenso como jefe de la Casa de Su Majestad el Rey procedió de forma directa de don Juan Carlos I, a quien la Constitución, en su producto 65.2, adjudica la potestad de denominar y relevar libremente a los integrantes civiles y militares de su Casa.

Alberto Aza se transformaba de esta forma en el cuarto jefe de la Casa de Su Majestad el Rey, no en jefe de la «Casa Real», como refieren ciertos comentaristas, en tanto que el único jefe de la Casa Real es nuestro rey. Sus precursores fueron Nicolás Cotoner, marqués de Mondéjar, quien, según Juan Carlos I, fue como su «segundo padre»; le prosiguió el conde de Latores, Sabino Fernández Campo, que dejó su huella de rivalidad y efectividad en unos complicados años de establecimiento de la monarquía. Después, en medio de una agonía de don Juan de Borbón y Battenberg, el rey escogió por sorpresa a José Fernando Almansa, quien, acompañado por un eficaz secretario general, Rafael Spottorno Díaz-Caro, desempeñó el cargo como un servidor leal, eficiente y sutil de la Corona.

Por su matrimonio con una barcelonesa es catalán de adopción, tiene seis hijos (el menor de ellos nativo de 1980) y charla con perfección la lengua de Pompeu Fabra, que aprendió para agradar a su suegro. Una vez nombrado Piqué titular de la cartera de Exteriores, Aza ha podido entrenar asiduamente esta su segunda lengua como máximo responsable de la OID, cargo que le forzó a despachar todos los días con el ministro.

Aza experimenta un cambio de personalidad en relación llega a Ballota, en Cudillero. Allí se transforma en «Alberto», sin teléfono ni Internet, solo conectado al resto de todo el mundo por un móvil inteligente, vestido como los lugareños: pantalón de pana y zapato cómodo. Se siente, frente todo, asturiano.

Es un hombre de trato muy simple y accesible, que hizo la mayor parte de su trabajo en ajustado contacto con los medios, lo que, dado el creciente interés de la prensa por los temas de la familia real, es una cualidad nada repudiable. Quienes han trabajado con él o pertenecen a su círculo de amistades afirman que su sabiduría va acompañada de un prominente sentido del humor y de determinada ironía que hace las exquisiteces de sus contertulios. Pero hay cuestiones con las que no bromea, no en balde su máxima ilusión en el desempeño de su cargo sería «acompañar al rey en el instante de izar la bandera de españa en el peñón de Gibraltar», pues en este contencioso, según nuestro Aza, «hay en este momento un conveniente ámbito negociador entre Madrid y Londres, y existe la intención política de desplazar parte».

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Por ese motivo, si eres del tipo de personas que confían en que de forma colaborativa se puede elaborar algo mejor, y posees información en relación con la biografía de Alberto Aza, o con respecto a algún particularidad de su figura u creación que no hayamos contemplado en esta biografía, te pedimos que nos lo envíes.

Las sutilezas y las peculiaridades que llenan nuestras vidas son en todos los casos esenciales, ya que marcan la diferencia, y en el tema de la vida de un ser como Alberto Aza, que poseyó su importancia en una época determinada, es esencia intentar brindar una perspectiva de su persona, vida y personalidad lo más precisa posible.

Sin titubeos, contacta con nosotros para narrarnos qué sabes tú en relación con Alberto Aza. Estaremos encantados de perfilar esta biografía con más información.